Paradiso Artificiale

A través del humo y el hormigón, emerge una extraña purificación, no a través de agua bendita, sino a través de cicatrices, níquel y humo azulado. Suena como una confesión escrita en las calles, donde en lugar de velas hay faroles, y en lugar de oraciones, tratos y huidas. Aquí la fuerza no está en la armadura, sino en seguir adelante incluso cuando la tierra bajo tus pies se agrieta y cada respiración te corta el pecho como una astilla. En el ritmo se escucha cómo se forja la dignidad del barro, cómo se lava el pasado de las palmas, pero no la culpa. El mundo que los rodea parece distorsionado, pero se aferran al ritmo como a la última verdad. La ciudad zumba, la policía da vueltas, alguien cuenta efectivo, alguien cuenta sus posibilidades de seguir vivo. Y sin embargo, en esta oscuridad hay una extraña ternura: el orgullo de sobrevivir sin perderse a uno mismo.