SWAT

La ciudad como ritual: mañana, mediodía, tarde: se repite el mantra «appliquer matin, midi, soir», y en esta fragmentación monótona se percibe tanto la disciplina como el cansancio. Aquí todo se mide con números y rutas: vendió, devolvió, pasó, no esperó ayuda externa. Las frases repetidas suenan como notas en el diario de un superviviente: breves, insistentes, un poco cansadas e irónicas.

En medio, la cruda poesía de los contratos callejeros y los disparos a distancia, pero entre líneas se vislumbra un cálido resplandor: besos en un banco y un banco que debe brillar no solo con cifras. La lealtad se declara casi con solemnidad: no traicionar, no pedir, levantar a los suyos, incluso si a su alrededor ruedan las balas y los contadores.

Musicalmente, es como un motor que falla: el ritmo empuja hacia adelante, las palabras funcionan como pistones y la atmósfera oscila entre la preparación para la batalla y el afecto humano habitual. Nada superfluo, solo movimiento, cálculo y pequeños y poco habituales signos de ternura en medio de planes de hormigón.