Run

La ciudad pasa rápido, como un teletipo acelerado: chispas bajo los pies, rastros de polvo de pólvora, una moto sin matrícula y la promesa de no parar. Aquí hay ambiciones a escala espacial y una armadura forjada en los patios: el cristal está astillado, pero el rumbo es recto. «¡Has dado tanto, sigue adelante!»: bajo este lema se dejan direcciones y rostros para no perderse. En las estrofas, la contabilidad del riesgo: hierro en la funda, jarabe amargo en el vaso, las máquinas cuentan el dinero en efectivo, el Estado sueña con apagar la luz. Pero en el estribillo se nota el calor: hay fuerzas suficientes para apagar la ansiedad ajena con un baile, levantar la cabeza bajo la lluvia y seguir «paso a paso», sin pausas, sin dramas. Una novela callejera sobre la velocidad y la supervivencia, donde el cansancio se esconde tras una risa ronca y el miedo a perderse se reconoce con honestidad y, por lo tanto, casi se domestica.