SEI PERSA

El mundo que me rodea parece zumbar de la felicidad ajena, y en mi cabeza solo hay un susurro de pensamientos y el humo del cigarrillo. En cada inhalación, un intento de recuperar el aliento del cansancio; en cada exhalación, el reconocimiento de que el camino aún no lleva a ninguna parte. Las canciones de esas noches suenan como una confesión sin destinatario: uno quiere robarle un poco de luz a alguien y esconderla en un corazón roto para que deje de temblar de frío. Donde el asfalto se encuentra con el cielo, los sueños parecen especialmente frágiles. Los errores no se corrigen, simplemente cambian de forma como las pastillas que te tragas para olvidar quién eres. Y aun así, dentro de mí vive un diminuto "y si": y si pudiera salir, y si no todo estuviera perdido. Por ahora, lo único que me salva es que alguien más también está perdido y, por lo tanto, no estoy solo.