Tran Tran

El ritmo late, como un eco de muros de hormigón, seguro, brillante y un poco descarado. No hay súplicas ni excusas, solo el hábito de seguir adelante mientras otros se quedan estancados discutiendo quién canta mejor. La voz suena tranquila, pero detrás de esa despreocupación se esconde la espalda de hierro de quien ya ha recorrido el camino desde una nevera vacía hasta la pasarela. La música respira confianza en sí misma, como alguien que una vez entendió: nadie te dará nada hasta que lo tomes por ti mismo. Y ahora cada bajo es un recordatorio de eso. Ni ira, ni grandilocuencia, solo un hecho: alguien corre en el lugar, mientras que otro ya ha dado la vuelta hace mucho.