Visiera A Becco

La ciudad zumba, como si alguien hubiera olvidado poner la vida en pausa. Corren los chicos con gorras de visera, con zapatillas que han visto más asfalto que la escuela, cada uno con su mapa, pero todos con una sola ruta: lejos del aburrimiento y más cerca de la supervivencia. De las calles emana aire caliente e insinuaciones. En el ritmo de los beats y las sirenas se disuelven los sueños de normalidad con una casa, un perro y risas de niños. Parece que alguien más todavía cree que todo se puede cambiar, pero la luz de los faros corta la esperanza por la mitad. Las calles solo alimentan a quienes saben correr y golpean a quienes se detienen aunque sea un instante. En estos sonidos no hay solo hip-hop, sino la fatiga de una generación que no espera salvación. Bajo las gorras se esconden no rostros, sino una armadura. Y solo en la noche, cuando el motor se detiene, se escucha cómo el corazón marca su ritmo: no un héroe, no un santo, solo alguien que quiere vivir hasta la mañana.