Hachikō

Aquí todo suena como un mediodía de verano que se prolonga en el tiempo: sin prisas, solo el viento, el sol y un estribillo interminable que se extiende como una carretera a lo largo de la playa. La repetición de «Doko ni ikō Hachikō» funciona como un mantra, como esa palabra que parece no significar nada, pero que por alguna razón te hace sonreír y mover la cabeza al ritmo.

En lugar de drama, ligereza; en lugar de desgarro, la promesa de «no me iré a ninguna parte». La música fluye como si todo a su alrededor fuera ruido y discusiones, y aquí hubiera una pequeña isla de tranquilidad: conversaciones en voz baja, bromas amables, la sensación de que las vacaciones acaban de empezar y aún queda mucho tiempo por delante. Y aunque suene demasiado simple, a veces la felicidad realmente cabe en un solo ritmo y un par de palabras que se repiten obstinadamente.