familie

Hay canciones que se parecen a un viaje en un autobús antiguo, uno de esos en los que los asientos crujen y las ciudades pasan rápidamente por la ventana, mientras que en el interior se acumulan pensamientos silenciosos. No hay en ellas una declaración de amor a gritos, pero sí el deseo de mostrar paisajes importantes, de compartir algo propio, tan frágil que las palabras parecen demasiado grandes.

Aquí el amor se siente como un movimiento: te lleva, te transporta, a veces confunde las rutas y otras veces convierte la mano de un extraño en tu dirección familiar. E incluso cuando la historia parece un borrador, quedan pequeños recuerdos: momentos, olores, lugares a los que vuelve el corazón. Todo esto es un poco cansado, un poco luminoso, como la luz de la mañana en la ventana trasera del autobús, que sigue adelante, aunque no esté del todo claro hacia dónde.