ダーリン

Aquí se percibe el cansancio de las comparaciones interminables, de que, en el fondo, cada uno es «de alguien» y, al mismo tiempo, terriblemente solo. Las palabras se balancean como en el agua: ora una petición, ora una confesión, ora un susurro de «no me dejes». El amor no se muestra como una imagen dulce, sino como un intento de mantenerse a flote cuando los «días» son demasiado profundos y las noches demasiado vacías.

Y, a pesar de toda esta fragilidad, hay una nota alegre. En esta música hay un deseo obstinado de ser uno mismo, de no convertirse en «ese otro», de no ponerse máscaras ajenas. Es como un abrazo en la oscuridad: torpe, sincero, con una pregunta sin respuesta: «¿se puede simplemente ser uno mismo, sin ser ajeno?».