Chicken Grease

Huele a frito, en el mejor sentido. Todo chisporrotea, vibra y se pega a los dedos, como un ritmo que te hace querer bailar. El bajo gira como una cuchara en un viejo cazo de mantequilla, y la voz de arriba lo adereza todo con una pizca de autocrítica y confianza. El funk aquí no es solo música: es un estilo de movimiento, una forma de caminar, un estado de ánimo, un estado del alma que hace mucho decidió que le importaba un bledo la seriedad. Todo late como una cocina de verano un sábado: caluroso, ruidoso y delicioso hasta el último acorde. "Grasa de pollo": ese momento en que la pista de baile se convierte en una sartén y cada paso deja un rastro brillante de placer.