Rumah Ke Rumah

Como si se pasaran las páginas de un cuaderno viejo, con nombres, anotaciones, pequeñas dedicatorias a quienes estuvieron cerca. Cada línea es como una carta no enviada, pero que aún conserva el calor de las manos. Donde la música se mece un poco, se siente la incomodidad de la juventud y la gratitud de la adultez. Sin grandes dramas, solo la simple habilidad de decir adiós con suavidad, sin portazos. En este sonido hay movimiento, como si alguien fuera "de casa en casa", no en busca, sino en aceptación. La fatiga se vuelve ligera, el amor no es romántico, sino cálido, familiar, sufrido. Y en algún punto intermedio, ese momento en el que te das cuenta de que aprender a irse también es un arte.