November Has Come

El mundo parece suspendido entre la niebla y el viejo ruido de la radio. En el ritmo hay algo que late perezosamente, como el corazón de una metrópolis cansada que aún no ha comprendido si está dormida o vive por inercia. Las palabras se esparcen en el aire como cenizas de un cigarrillo: parecen tener sentido, pero no apetece captarlo, que simplemente revolotee sobre la cabeza. En cada sonido hay un ligero toque de la suciedad de las calles, la humedad de los sótanos y el encanto especial de un genio cansado que sabe demasiado como para ser ruidoso.

Y cuando suena la frase sobre noviembre, queda claro que no se trata del mes. Se trata de ese momento en el que todo ya ha sucedido, pero aún no has decidido si lo vas a extrañar. La música suena como un viejo autobús al ralentí: chirría, se balancea, pero te lleva a algún lugar más lejos. Y en esta honestidad desaliñada hay una rara tranquilidad, esa que llega cuando ya no hay que fingir que todo está bajo control.