TOPBOY

El brillo de los escaparates y el susurro de los billetes: como un fragmento fugaz de un sueño de lujo, donde todo se mide en códigos, maleteros y cifras en las cuentas. Las calles nocturnas de París se convierten en una pasarela: llega un Rolls-Royce, en los bolsillos hay billetes de cincuenta, en el armario hay diecinueve pares de ropa nueva y en la voz hay la seguridad de que cualquier obstáculo se puede superar en un instante. Aquí hay un aroma de riesgo y una ligera brutalidad en las amenazas - «lárgate, o si no...» - como la banda sonora de una película sobre dinero ganado rápidamente y la pérdida aún más rápida del sueño.

La voz es como una nota del diario para aquellos que están acostumbrados a vivir en movimiento: la jactancia convive con la crueldad pragmática, el éxito con la constante cautela. Hay una pizca de ironía en ello: la apariencia de una vida totalmente ideal se desmorona en cuanto se fijan los detalles: tras el brillo de los trajes se esconden las sombras, y el «ascenso» ha dejado un regusto amargo de promesas incumplidas. La noche es hermosa, pero fría; lo único constante es el avance, el camino y el recuento atento de los pasos dados.