French Riviera

La ciudad no duerme: silba, brilla y respira dinero que aún no se ha ganado, pero que ya parece pertenecerle. Aquí se vive según el principio «levántate y sobrevive», con traje o sudadera, da igual. En los rostros hay frialdad, pero debajo hay calor. Todos conocen el precio del tiempo, el riesgo y los relojes Audemars, pero detrás de cada destello hay un poco de cansancio, como si fuera un juego interminable sin pausa.

Es la banda sonora de la supervivencia con un toque de lujo. De esas mañanas en las que las manos huelen a asfalto y los pensamientos, a la ilusión de una villa junto al mar. De esas tardes en las que el silencio es más valioso que el ruido. Y, aun así, nadie se rinde. Porque desde abajo se ve mejor cuánto se puede crecer todavía.