Nouvelles

El amor aquí no muere, simplemente se traslada a la cabeza y vive allí, como una melodía molesta que no se puede apagar. Parece que ya lo hemos analizado todo línea por línea, lo hemos superado, enterrado y firmado con un «fin de la historia». Y entonces, de repente, en la siguiente estrofa vuelve a aparecer su nombre. No como un reproche, no como un dolor, sino como una tranquila costumbre de pensar en una persona que hace tiempo que no está cerca.

Todo esto suena como una conversación consigo mismo: entre el orgullo y la melancolía, entre los principios y el punto débil bajo las costillas. Es ridículo, por supuesto, cuánto patetismo se pone en el intento de parecer indiferente. Pero entre los ritmos y el rap francés se sigue oyendo: no hay rencor, hay un calor residual. Simplemente, ahora no baila, sino que lee rimas. Y parece que esa es su forma de no olvidar.