ロビンソン

En la canción se percibe la juventud, que huele a polvo de neumáticos de bicicleta y al susurro de una cinta en un viejo magnetófono. Habla de aquellos tiempos en los que todo el mundo cabía en una frase común, repetida por dos personas, y se creía que era un hechizo capaz de construir un país solo para ellos dos.

Aquí, la cotidianidad convive con el cosmos: hombros cansados, un gato callejero y, de repente, una fuerza enorme que se eleva directamente al cielo, al «lu-ra-la» en el viento. La canción suena como un verano infinito, donde incluso una grieta en el cristal o una media luna torcida no son un obstáculo, sino parte de la luz común. En esta frágil felicidad, casi cotidiana, reside la magia cósmica: simple, accesible, pero absolutamente eterna.