Come mi guardi

El mundo parecía haberse detenido entre una calada y una mirada un poco ebria, un poco cansada, con esa sensación de cuando las palabras parecen superfluas y los ojos dicen más de lo que uno está dispuesto a admitir. Todo gira en torno a las contradicciones habituales: quieres estar por encima del ruido, pero de nuevo te encuentras mirando hacia el mismo lugar donde duele y es atractivo al mismo tiempo. El pulso del latido parpadea como las farolas bajo la lluvia, y es fácil fingir que todo está bajo control. En realidad, solo aprendes a no perder la compostura mientras el mundo te pone a prueba. Un poco de descaro, un poco de desconcierto y de nuevo adelante, como si nada hubiera pasado.