KAT (feat. La Rvfleuze)

Una ciudad ruidosa en el bolsillo: las monedas se cuentan como recuerdos, las calles centellean con los píxeles de los éxitos ajenos. Aquí todo se cuenta: alguien cuenta los gramos, alguien cuenta los pasos que sube por las escaleras, y el resultado es una extraña aritmética: pocos días en la escuela, muchas noches en la calle y, al final, un papel estelar sin casting. La voz parece grabada sobre la marcha: ronca, segura, con una sonrisa indiferente, como si se contaran las victorias y las derrotas entre dos semáforos. En lugar de grandilocuencia, hay breves comentarios sobre lo que se ha escapado, lo que ahora está al otro lado de la pared, que los relojes en la muñeca no deben ser simplemente caros, sino una señal de pertenencia.

La segunda sensación es el calor del peligro: risas a través del agujero en el escaparate, recuerdos difíciles de borrar y espacios vacíos llenos de hierro y gasolina. La ironía es que cada sonido fuerte es un paso hacia la cima y un grano de inquietud, y las imágenes más vívidas se conservan simplemente porque no queda nada más que guardar. Después de todo, no queda patetismo, sino un regusto: como si despertaras y te dieras cuenta de que las mejores fotos se quedaron en el teléfono y que puedes amarlas sin intentar cambiar el resultado.