Connexion macabre

Las palabras brotan como pequeñas chispas del asfalto, rápidas, con la energía ronca de un patio donde las reglas se inventan sobre la marcha. Aquí no hay imágenes bonitas, solo el pulso de la calle: tarjetas de visita, pulseras, glock, «collectif» y risas entre dientes. Todo esto suena como un partido en un campo de cemento, con golpes, pases, fintas y frases cortas, que son más importantes que los discursos largos.

Bajo el ritmo áspero se percibe un extraño orden: del caos nace el ritmo, y del ritmo, un código propio. No es una pose, sino un reflejo: hablar con brusquedad, vivir deprisa, mantener la distancia. En esta música, incluso el peligro suena como un juego, pero un juego en el que el precio es real.