LE MÔME

Los recuerdos huelen a gasolina y menta, y la voz se abre paso a través de las grietas de la infancia, como la luz a través de una rendija en las persianas, a veces pellizca, a veces calienta. Las imágenes de la camisa quemada, las ventanas por las que uno querría volar y los patrones de cicatrices en la ropa se combinan en un mosaico áspero pero tierno: aquí se mezclan la lucha y la fe infantil en las alas, la desesperación convive con un deseo casi ingenuo de ser salvado. El estribillo suena como una buena noticia silenciosa, una promesa de vuelo para un ángel cansado, y en esa esperanza hay a la vez consuelo y una sonrisa amarga: el perdón se pospone, pero se puede imaginar como una chaqueta vieja en una rama, perdida pero aún cálida. Se escucha como un diario en el que las entradas están llenas de cicatrices y medicamentos, pero de vez en cuando aparece una línea donde el mundo intenta respirar libremente.