LA FAMA

La fama huele dulce, pero quema como una plancha dejada sobre seda. Al principio parece solo una chispa de atención, un par de destellos, un poco más de likes y luz. Después ya no sabes dónde termina el escenario y empieza el corazón. Todas las miradas, todos los aplausos, como alimento para la bestia que exige más y más. Y sin embargo, se pensaba que el amor y la fama podían vivir juntos, compartir la misma cama. Resultó que no. La fama no tolera competidores, especialmente aquellos que aman de verdad. Tiene sus propias reglas: te acaricia la cabeza cuando sonríes a la cámara y muerde en cuanto te das la vuelta. Te hace olvidar quién estuvo antes que ella, y luego se va sin despedirse, dejando un eco y la garganta seca. Con cada acorde es como una conversación con una ex a la que sigues sintiendo atracción, sabiendo que volverá a doler.