Berghain

Huele a aire caliente después de la tormenta, como si se pudiera oír la electricidad frotando las palmas de las manos. Un choque de luz y carne, de oración y furia, de ternura y dolor. Como si alguien intentara implorar la salvación, pero lo hiciera con una lengua de fuego. Todo suena como un mantra que se pronuncia en el límite entre el beso y la mordida. En ella, la dulzura se disuelve en la sangre y el amor se convierte no en un sentimiento, sino en una invasión. Y cuanto más te resistes, más profundamente penetra. Parece que no es una canción, sino un ritual de dos personas entrelazadas por el miedo, la rabia y la creencia de que el dolor puede ser sagrado.