PLATYNOWE

Las noches inquietas huelen a hormigón sobrecalentado y café en vasos de plástico. El mundo parece girar, pero el sonido del chirrido del cristal no permite olvidar cuántos fragmentos quedan bajo los pies. Todo brilla, pero no por el oro, sino por los reflejos de las lámparas en el suelo roto. No se trata de lujo, sino de sobrevivir al ritmo de 120 bpm, cuando lo único «platino» son los nervios tensos hasta el límite.

Cada línea es como un cheque que nadie pagará, pero que da pena romper. Entre el estudio y la falta de sueño nace algo real: un poco sucio, un poco atrevido, pero vivo. Aquí nadie busca respuestas, solo mantienen el ritmo mientras el mundo al otro lado de la pared finge que todo está bajo control.