92i veyron

El lujo y el asfalto conviven, como si alguien hubiera pegado una pegatina dorada en un parachoques sucio: alegre, atrevido y al borde de la autoironía. Aquí hay Lamborghinis, Ritz y la eterna disputa con aquellos que ya han escrito las reglas: los ganadores inventan mitos, los vencidos, sus propias historias. El brillo exterior es como una máscara, detrás de la cual se esconde un humor marcado y la costumbre de brindar por las propias heridas, mientras que en el bolsillo no siempre hay lo que prometieron.

Bajo el brillo se percibe el olor acre de la calle: a veces duro, a veces grosero, pero honesto, sobre los bloqueos, las traiciones y aquellos que no regresaron de la siguiente jugada. No es un manifiesto ni una llamada al heroísmo, sino más bien una nota de diario sobre cómo la elección entre la gloria y la supervivencia a veces se hace en la penumbra. Y mientras en algún lugar ruge un motor, solo queda levantar la copa: por los suyos, por la verdad y por el hecho de que incluso en el caos se puede encontrar la propia corona.