Parasol

Hay una extraña tensión en el aire: entre el cansancio de los propios demonios y la costumbre de seguir jugando hasta el final esta eterna «partida de la vida». Las palabras suenan como notas escritas en pegatinas gastadas: «lo siento», «ojalá fuera más fácil», «nada cae del cielo» - y no hay queja en ellas, solo un sincero reconocimiento de que el brillo y el ruido no curan el insomnio interior.

Los ritmos se balancean como un ascensor nocturno vacío: uniformes, con un zumbido, un ligero eco y, por encima, una voz que a veces susurra y otras sonríe. Aquí hay una ironía de vencedor cansado: dinero, «me gusta», aplausos... y en la cabeza, la misma poesía mal pensada, listas de hábitos y chistes sobre ángeles que se ríen de tus dudas. La música no consuela ni condena, es como un aterrizaje suave después de un largo vuelo, cuando todavía hay tormenta, pero ya en silencio.