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Descripción
El ruido del portal a las seis de la mañana, cuando la puerta no se abre con un timbre, sino con un golpe, y eso ya es toda una biografía: el asfalto huele a hachís, el oído está atento a los rumores y la confianza es una moneda rara. Aquí, los sueños de un palacio conviven con la costumbre de esconder la verdad tras el metal: en lugar de largos planes, hay «metales» decisivos; en lugar de poemas, hay discursos directos y automáticos. La ironía es que, en medio de toda esta dureza, todavía se oye la apuesta por el escenario: mejor SACEM que «un puñetazo en la nariz»; como si la honestidad se midiera no por las palabras, sino por lo que queda en el bolsillo.
La voz interior se balancea entre el ángel de la izquierda y el pragmatismo de la calle, y resulta que tomar un penalti no es una cuestión de deporte, sino de aprovechar la oportunidad de no llegar tarde a tu momento. La paranoia humea en la cabeza, el ritmo es un contador de oportunidades: «puedes apostar por mí, soy el siguiente». Esta sensación no tiene que ver con el heroísmo ni con la compasión, sino con una firmeza silenciosa: crecimos en los patios, no queremos «terminar en la tierra», pero el sueño de algo mejor casi siempre está al otro lado de la ventana, no al otro lado de la puerta.
Letra y traducción
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