All At Once

No se necesita una lámpara nocturna cuando el monitor brilla como un portal, donde la realidad ya no es tan importante. Aquí todo gira en torno a la pantalla parpadeante: la oscuridad fuera de la ventana, los auriculares, la máquina que zumba y cobra vida con la música. Es casi el romanticismo del siglo XXI: en lugar de una hoguera en el bosque, arde un resplandor azul; en lugar de conversaciones «íntimas», una inmersión en los sonidos creados. Y hay algo infantilmente sincero en ello: el pequeño mundo dentro del ordenador portátil se convierte de repente en un universo que lo acoge por completo.