Chuniri

El hormigón bajo los pies dejó de asustar hace mucho tiempo, se convirtió en un punto de partida. De las grietas emerge la confianza, mezclada con el ruido de los motores y el crujido de las zapatillas sobre el asfalto. Cada sílaba como la explosión de un petardo bajo las ventanas de las dudas ajenas. El mundo parece haber apostado en contra, pero ¿quién dijo que no se puede ganar jugando con tus propias reglas? Aquí todo se trata del equilibrio entre el caos y el control: brazaletes de oro en las muñecas de quienes ayer contaban las monedas para comprar cigarrillos. En cada golpe, un recordatorio de que incluso si el flujo falla, el ritmo sigue disparando. Bajo el bajo vibra esa misma hambre, no de fama, sino de demostrar que sobrevivir no es suficiente, hay que sonar más fuerte que el silencio.