P.I.B

Huele a metal frío y sudor, como si la noche misma respirara a través de los dientes. Aquí cada inhalación es una exhalación de fuerza, cada sonido es como una bala en el asfalto. El mundo no perdona la blandura, pero sí respeta la precisión de los movimientos. Todo se decide rápido: la puerta, la cerradura, el chirrido de los frenos, un paso más. Sin festividades ni fuegos artificiales, solo un juego de supervivencia donde la victoria no se mide en aplausos, sino en que amanezca. Al ritmo de bajos retumbantes y frases cortas, una confianza forjada con dolor y hormigón. Donde los sueños se esconden bajo sudaderas con capucha y el orgullo huele a gasolina.