Kelingan Mantan

El amor es como un casete viejo: chisporrotea un poco, a veces se traga la cinta, pero sigue tocando la misma melodía que te hace temblar por dentro. Una vez fue "para siempre": puro, honesto, casi sagrado. Ahora solo quedan ecos: voces, fragmentos de frases, un ritmo ligeramente sordo de recuerdos. Canta como a través del humo de una hoguera vespertina, sobre cómo todo era simple hasta que se complicó. Promesas que no resistieron la prueba del tiempo, el "no" de mamá e infinitos intentos de ser fuerte cuando el corazón ya se había rendido hace mucho. En este sonido hay una reconciliación, no con el dolor, sino con el hecho de que el dolor también es parte del amor. Un poco de tristeza, un poco de cansancio, un poco de calidez - como si se hubiera resignado, pero aún espera. Porque incluso si no funcionó, la canción sigue sonando.