DIAMENTY

Brilla, pero no resplandece. Estos «diamantes» no provienen de vitrinas de joyería, sino que están forjados con dolor, noches de insomnio y esa fe obstinada de que todo tiene un precio, excepto uno mismo. Aquí, el lujo huele a sudor y el éxito no oculta los moretones bajo los ojos. Entre la pistola y la Biblia, el escenario y la entrada, el escaparate de Gucci y el perrito caliente de «Żabki», hay un equilibrio que, por alguna razón, se mantiene.

El sonido de los motores caros se mezcla con el eco de los viejos patios, donde antes se dormía en las escaleras y ahora se cuentan contratos millonarios. Pero incluso bajo la capa de hype y glamour se vislumbra algo honesto: cansancio, ternura y un poco de gratitud. Porque todo lo superfluo es solo decoración, y los verdaderos diamantes no brillan en los dedos, sino bajo la piel.