Trapical Moon

En algún lugar entre el reportaje portugués, los resúmenes futbolísticos y la locura inspirada, nace no una canción, sino un flujo de conciencia con acento en el lado soleado de la cabeza. Parece como si la radio hubiera captado todas las frecuencias del mundo a la vez: desde el estadio de Rondônia hasta un foro casual sobre vacunas y acróbatas. Las palabras rebotan como una pelota en un campo polvoriento, y detrás de ellas hay un ritmo que no busca sentido, porque él mismo es el sentido.

Hay un encanto especial en este caos: cuando todo suena como si el mundo se hubiera vuelto loco, pero lo hace de forma hermosa. La música no explica nada, solo hace ruido, da vueltas, te deja sin aliento. Y de repente se entiende que así es como suena el día de hoy: intraducible, sobrecargado, pero desesperadamente vivo.