BTA

El bajo retumba como un motor al arrancar, y todo a su alrededor parece empezar a brillar con billetes y luego. Aquí no hay lugar para la modestia, solo hay una confianza voraz, olor a alcohol y el brillo de las luces de neón, en las que se pierden los rostros. No es una canción, sino una masa monetaria en movimiento: cada compás es el crujir de los billetes, cada estrofa es un desafío a los que se han quedado sin cambio en la barra del bar. La esencia está en la energía, en la capacidad de vivir el «ahora», cuando la moral pasa a un segundo plano y el dinero es la única medida del volumen. Y aunque esto dé un poco de náuseas, sigue siendo emocionante.