Woodstock 2029

Aquí cada línea suena como una nota en los márgenes de un diario, escrita apresuradamente entre el camino, el escenario y el silencio después del concierto. Ya sean metáforas militares, comparaciones con superhéroes o detalles cotidianos sobre impuestos y gimnasios, todo sigue el mismo ritmo, como un torrente de pensamientos que no se detiene ni siquiera al compás de la música. No se trata de grandilocuencia, sino de trabajo honesto: mantener la presión, mantenerse en forma y seguir hablando, incluso cuando la noche es más larga que el día.

Hay un ligero cansancio e ironía, como si «esto no fuera hustle», pero detrás de las palabras se percibe cuánta disciplina y peso hay en este oficio. Al final, queda la sensación de una dosis estimulante y fuerte, como si en lugar de dormir te hubieran dado café negro y te hubieran enviado de vuelta a la ciudad, donde siempre hay algo que decir y con quién medir tus rimas.