Okna

Por la ventana se ven garajes desgastados y personas que han perdido el mapa; la ciudad parece estar atrapada en el monocromo y a todos los que la rodean les dan ganas de decir: «enciendan la luz». En la voz, un cansancio silencioso y, al mismo tiempo, una bondad sencilla: observaciones sobre chicos que corren sin rumbo, ancianos con los ojos húmedos y pájaros que aún saben dónde está la libertad. Es la sensación de pasear por calles vacías al amanecer, cuando el mundo aún es débil y delicado, pero ya no miente.

Los sueños se extienden sobre la ciudad como una vieja capa: cálida, un poco húmeda, pero protectora. En esta melancolía hay lugar para una pequeña ironía: la vida es dura y desagradable, pero alguien deja un billete para mañana y lleva esperanza en el bolsillo, aunque solo sea una bolsa con comida para llevar. El tono es suave, como un susurro al oído: es incómodo escuchar y necesario al mismo tiempo, porque en la silencio se oyen las palabras más sinceras.