NINA

Con ese ímpetu suelen volver después de unas largas vacaciones: descansados, relajados y con una sonrisa descarada en medio de la cara. No se trata de un modesto «lo siento, me he retrasado», sino de un portazo, fanfarria y un seguro «ya estoy aquí, ocupad vuestros asientos». Los ritmos brillan como un traje recién comprado, las palabras vuelan con agudeza y desafío, como si en cada esquina hubiera que recordar: «recuerda este nombre».

Todo suena como si la energía rebosara y cualquier duda se hubiera enviado a unas vacaciones indefinidas. La mezcla de ligera fanfarronería y guiños al público convierte la pista en un pequeño desfile de fuerza, donde en lugar de tambores de marcha hay bajos, y en lugar de pancartas hay un estribillo que dan ganas de repetir hasta quedarse ronco.