OYNAR

Los sentimientos aquí no solo «estallaron», sino que parecían haberse desatado. Las palabras fluyen como un viento cálido que trae el aroma de la tormenta y la tierra húmeda. Todo a su alrededor gira como hojas en una corriente impetuosa: cada estrofa es otra vuelta de este viento, donde el corazón cae y vuelve a levantarse.

En la melodía vive una audaz fidelidad, tal que aprieta las palmas con más fuerza y no deja espacio para manos ajenas. El amor no suena aquí como una confesión silenciosa, sino como un baile temerario: con un huracán en el pelo, con heridas en la piel, pero con los ojos ardientes. Y en este huracán, por alguna razón, hay mucha luz y ternura, como si el sentimiento más peligroso supiera ser un hogar.