Monarcha

La sensación de la laca negra del Cayenne y la risa sonora ante su propia descaro manifiesto: las palabras parecían escritas en las matrículas y en el cartel político, donde el poder brillaba como el cromo y las promesas sonaban a la vez como una amenaza y una broma. La ironía cruda se desliza por las líneas, mezclando el sueño del "gobierno" con el absurdo cotidiano, y en este contraste surge una extraña calidez, como si alguien estuviera jugando a la ruleta con la realidad a propósito. El pulso del ritmo trabaja sobre la imaginación, el ritmo motor impulsa a imágenes visuales: la serpiente negra, el cortejo, el cigarro sobre la arquitectura del viejo poder; las palabras cortan, pero sonríen, prometiendo "viernes libres y jueves cálidos" como recompensa por la revolución de cartón. Al final, queda la sensación de un cóctel de grandiosas fantasías y basura cotidiana, que es agradable de escuchar porque es a la vez ruidoso, autocrítico y jodidamente veraz.