KAC WAWA

En los auriculares, el ruido de la ciudad, y dentro, no sé si es una caldera o una radio con la frecuencia desajustada: el ritmo te tira del hombro, las palabras a veces bromean, a veces cortan. Aquí se mezclan el deseo de adrenalina y el cansancio de unos sentimientos que han dejado de responder a los toques; todo se mezcla con la rudeza callejera: advertencias sobre con quién pasear y metáforas duras, puramente domésticas, sobre heridas del corazón y no solo del corazón. Se oye cómo quiere huir de su propia cabeza, pero al mismo tiempo se queda para otra revisión sin sentido, todo como en una mala serie, solo que la banda sonora la escribe la propia ciudad. Un poco cínico, un poco cálido como un diario: aquí están los intentos de recuperar el gusto por la vida a través de manos ajenas, y la tranquila aceptación de que "todo no salió según lo planeado". La voz es a veces impotentemente indiferente, a veces desafiante, como si alguien estuviera aprendiendo a distinguir entre hábito y deseo. Y por último, una ligera sonrisa: las reglas se rompen, pero los hábitos permanecen, lo que significa que puedes bailar en el muelle hasta la mañana, mientras el tiempo repara lo que nadie tenía la intención de restaurar en serio.