Senfoni

El mundo no se derrumba ruidosamente, sino en algún lugar dentro, entre la inhalación y la exhalación. Todo parece vivo, pero en el cuerpo siento como plástico, en los pensamientos, ruido de radio descompuesta. El amor y la ira han intercambiado sus papeles hace mucho tiempo, interpretan escenas sin director. Por fuera, un espectáculo; por dentro, un frente. Cada línea suena como la confesión de alguien que ha visto demasiado y se ha aferrado demasiado tiempo. En él conviven el filósofo que discute con el destino y el soldado cansado que se ríe sobre las ruinas de su propia fe. Aquí bailan con demonios al ritmo de la música sintética, miden su fuerza contra el caos, discuten con Dios, pero no por una respuesta, sino simplemente para sentir que aún están vivos. Un ritmo pesado, casi ritual, late como un pulso al borde del desmayo. Y en esa desesperación, hay una extraña purificación: cuando aceptas el dolor, dejas de tener miedo. Parece que así suena el momento en que una persona mira por primera vez al abismo y reconoce su reflejo en él.