Keine Option

Como si fuera el ritual matutino de un vencedor: la navaja se desliza sobre la piel, los espejos brillan, el aire huele a metal y ambición. Todo aquí está impregnado del sonido del éxito, pero con un regusto a calle, donde incluso el champán sabe un poco a sudor y obstinación. Aquí no se trata de sueños, sino de la prueba de que ya se han cumplido, y más vale que todos se acostumbren.

Cada línea es como el susurro de los billetes al ritmo de la música, y detrás de esa bravuconería se percibe una disciplina casi militar. No rendirse no es un eslogan, sino un punto en la agenda diaria. Incluso el capuchino tiene un regusto a riesgo. Y en esta enérgica seguridad hay una extraña tranquilidad: cuando solo hay un camino, todas las opciones superfluas simplemente se descartan. Porque quedarse sin moverse realmente no es una opción.