Апероль

La memoria es como un teléfono antiguo: a veces capta la señal y otras falla. Parece que todas las contraseñas de los sentimientos ya están guardadas, pero de repente vuelve a aparecer el mensaje «entrada incorrecta». Y todo vuelve a empezar: el reconocimiento cauteloso, las sonrisas incómodas, como si no hubiera habido cientos de conversaciones, canciones compartidas y noches de insomnio. Es curioso, pero ahí está precisamente la magia: cada vez es como una actualización del sistema, en la que no se arreglan los errores, sino que simplemente se aprende a vivir con ellos.

El amor aquí no se trata de dramas ni de «para siempre», sino de un constante «de nuevo». Se trata de bailar bajo las luces de neón y contraseñas quemadas, de rencores olvidados y noches en las que incluso el apocalipsis parece algo romántico. Todo se derrumba, excepto la costumbre de volver a conocernos, como si fuera la primera vez, y sumergirnos en esta casa sin comprobar la profundidad.