Королева

El camino nocturno como una cuna, donde la reina no es de oro, sino de insomnio y tubos de escape: el metal caliente quema las palmas de las manos y el corazón intenta gritar más fuerte que el motor. En el interior, una mezcla de autoelogios y un extraño y delicado ritual: servir «té mordaza», dormirse a pesar de todas las promesas y desplegar los días en las palmas de las manos como monedas calientes. Es como mirar la ciudad desde el sillín de una moto: el bordillo de hormigón se convierte de repente en un banco para dos, y el miedo se transforma en un cartel del atardecer; la ironía en la melodía, como si dijeras muy en serio «compra la reina», y el pensamiento arrastra consigo una sombra que no desaparece por ningún lado. La canción duele y cura al mismo tiempo: el ruido del motor, los susurros de despedida, las frases entrecortadas que te adormecen una y otra vez, pero el sueño se resiste a llegar.