Comin’ Back

El sonido áspero de la despedida, como una vieja maleta sobre el asfalto, retumba, pero se mantiene. En las estrofas no se trata solo del camino, sino de la huida del dolor habitual, de ese cansancio que huele a infancia, a deudas y a interminables turnos nocturnos. En el estribillo no suena la tristeza, sino la liberación: billetes, puesta de sol, autobús... y adelante, sin mirar atrás.

La música suena suave pero obstinada, como el ritmo del corazón antes de una gran decisión. Es como si toda la canción fuera un instante en la estación de autobuses: todavía estás en la vieja tierra, pero ya sabes que nunca volverás aquí. Y en esta determinación hay una extraña belleza, como en los ojos ajenos que pasan fugazmente cuando el tren se pone en marcha.