Cartier

Como un amanecer que te pilla desprevenido: la mesa está llena de botellas, el teléfono está lleno de mensajes sin leer y en tu cabeza sigue estando la misma chica que se fue sin decir nada. Las palabras suenan duras, a veces casi graciosas por su franqueza, pero detrás de ellas no se nota enfado, sino un resentimiento del que no es fácil deshacerse.

En el estribillo, el eterno drama mexicano de las noches con polvos de arroz, Barbies y tequila, donde la mañana llega antes de que puedas olvidarte. No se trata de heroísmo, sino de lo estúpido y realmente doloroso que es seguir guardando en el corazón a alguien que ni siquiera te ha dado un beso de despedida. La música huele a resaca, a la luz de la lámpara sobre la cocina y a algo que tardará mucho en desaparecer.