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Esta canción tiene el espíritu del camino, no el que se ve en el mapa, sino el que empieza dentro de uno. La ruidosa ciudad queda atrás, las palabras resuenan en las paredes de los lugares queridos y, delante, la línea del horizonte llama la atención y promete un hogar, aunque todavía no exista. Todo suena como una promesa a uno mismo: seguir adelante, buscar, construir, aunque por ahora solo sea en sueños.

Huele a viento, a sal marina y a algo obstinadamente luminoso, esa misma esperanza que incluso en la tormenta calma la tempestad. Es una historia sobre la búsqueda de un lugar en el mundo, donde cada giro es una oportunidad y cada paso es parte de un hogar que aún está por construir.