Valet

Parece como si la música se convirtiera en una llegada sin fin, como una escena eterna a las puertas de un club, donde el motor aún está caliente y en la cabeza solo gira una palabra: «active». Aquí no se trata de una historia ni de un drama, sino de un estado: atrevido, ruidoso, con olor a gases de escape y dinero negro «sin impuestos».

El estribillo funciona como un neón atascado: un destello, una pausa, otro destello, y así hasta el infinito. Escuchar esto es como dar vueltas en un aparcamiento con las ventanillas bajadas, donde la música te golpea el pecho con más fuerza que un subwoofer. La ironía es que, aparentemente, no pasa nada, pero te mueve tanto que tus pies buscan el ritmo por sí solos.