INZM

El rayo divide el momento en dos partes: primero, el impacto; luego, la huida. Es como si alguien hubiera pulsado el botón de pausa de la rutina diaria y hubiera reproducido una serie de fotogramas breves pero intensos: una carrera acelerada, un silencio sepulcral, y de nuevo movimiento. Toda la canción se siente como un flash en una cámara callejera: brusca, ardiente, un poco descarada. Los sonidos inintables entre líneas funcionan como un guiño: aquí se puede presionar, aquí se puede prender fuego a todo por el efecto.

Tres golpes, tres cuervos, fragmentos de cielo que se rompen fácilmente y se vuelven a juntar: el ritmo parece estar especialmente entrenado para fingir que todo está bajo control, aunque el control hace tiempo que se ha ido de vacaciones. La ironía se desliza silenciosamente, casi con amabilidad: ser superrápido no significa no quemarse. Al final, queda la sensación de que alguien cerca se ríe y pone la mano sobre la fría reja para sentir que está vivo.