Wir tanzen den Regen weg

Es como una enorme sala inundada por el sol después de una tormenta: huele a asfalto mojado, pero ya se cuela la luz y el aire es tan fresco que da vértigo. Todos los miedos, las listas de errores arrugadas, los papeles empapados por las lágrimas... en un instante dejan de tener importancia. Una compañía ruidosa, voces entremezcladas, palmas en el aire... Y de repente la lluvia ya no es una amenaza, sino un decorado bajo el que se baila como si mañana no hubiera música.

Hay en este ritmo algo del café matutino después de una noche de insomnio: amargo, estimulante, sincero. Como si alguien susurrara: mira, la vida sigue aquí, aunque las nubes estén bajas. Y mientras el sol se asoma lentamente por el borde del tejado, parece que todo es posible: volar, gritar, reír hasta quedarse ronco, bailar para borrar los restos del ayer.