新宝島

Desde los primeros segundos, parece una fiesta ruidosa, donde la música suena sin parar y las palabras se disuelven entre risas, aplausos y gritos espontáneos. Todo recuerda a una grabación no en un estudio, sino en una calle animada: alguien canta, alguien grita «let’s go» y alguien da las gracias al ritmo de la música. Y en esta ligera despreocupación hay una magia especial, la sensación de que la canción ocurre aquí y ahora, y que mañana ya será diferente.

Los ritmos no solo marcan el tempo, sino que son como el pulso de la multitud, y las palabras cortas en diferentes idiomas se convierten en algo más que frases: son más bien señales, códigos que intercambian personas desconocidas, pero con la misma vibración. La pista suena como un momento que nadie había planeado, pero en el que de repente todos se encontraron y ahora es imposible no bailar.